22 octubre, 2005

Martes


Era martes, creo recordar, tampoco es que me importase, todos los días eran igual, y los fines de semana que pretendían no serlo, acababan desenvocando en el mismo pozo de todos estos años; el mismo alcohol, las mismas vomitonas, mujeres desconocidas en mi cama que seguirían siendo desconocidas y música estridente que poco a poco terminaría con parte de mis oídos.
Mi vida se había convertido en un gag cíciclo de acciones y emociones y no me importaba, me mostaba feliz, aunque la ausencia de algo importante se hacía grande en mis pensamientos, y porque no decirlo tambien en mi corazón.

Aquel Martes era como otro martes.
Me encontraba en la oficina y sabía que el jefe habia tenido bronca con su mujer la noche anterior, yo estaba pagando los platos rotos de su relación y aquel martes, como de costumbre, solo escuchaba gritos y ordenes de aquel cabrón de aspecto correcto y personalidad infantil.
"Si tu mujer no ha querido follar no te las des conmigo", pensaba con unas ganas locas de estamparselo en su maldita cara. Pero el trabajo me era necesario, bueno, mejor sería denominarlo como una obligacion con lo que tenía que cumplir si no queria morir de hambre, no había mucho más donde elegir.

En una de esas ordenes, la cual no me parecío buena idea en su momento, debía reunirme con Castro, un viejo zorro empresarial que quería comprar un bajo comercial en el centro neuralgico de la ciudad.
"Ahora tengo que hacer su trabajo, será capullo". Era su labor, no la mía, y si la cagaba con tan importante cliente me vería de patillas en la calle, sin un duro y con una botella de ginebra como única amiga.

Salí de la oficina a las doce menos cinco de la mañana, en una hora tendría que recorrer la ciudad y convencer a Castro de las "oportunidades" de la empresa. Si no, estaba muerto.
Entre en el coche, metí la llave, y no arranco. Un segundo intento llevo a lo mismo, el tercero remato en un leve sonido ahogado que no me daba ninguna esperanza.
"El transporte público". Mire el reloj y sonrreí, aun tenía tiempo suficiente para coger el bus de la linea G y resolver los asuntos del jefe.

La marquesina estaba cerca, no había nadie esperando en ella. No es que me importase pero me parecia extrano aun sabiendo que poca gente utiliza el transporte público.
Llegué y esperé. Pasado un cuarto de hora empece a mosquearme.
"Mierda, ¿donde cojones estará el bus?". Los buses de la linea G pasan cada diez minutos, quizás el trafico lo había retrasado.
De pronto recorde algo, "¡La huelga de transportes!, Mierda, ahora si que no llego.
Mire a los alrededores desesperado, buscando una solución rapida y eficaz, y volví a sonreir en cuanto se dibujo en mi cabeza la imagen de varios taxis aparcados, muy cerca de donde me encontraba.
"Joder, ¿cómo no lo he pensado antes?"
Mis pasos me condujeron irrefutablemente hacia el primero de los taxis, abrí la puerta y le indique la dirección. En cuanto se puso en marcha, miré el pequeño reloj en el panel del taxi, arriba del cenicero, y respiré tranquilo, relajandome completamente en el asiento trasero. Todo estaba arreglado, llegaría sin problemas.
Empece a pensar en que si salian las cosas bien, y el jefe tenía un buen día, mi salario se vería recompensado, y aunque no sabía si eso era bueno o malo y en que podría meter el plus, me alegraba. Seguramente terminaría en alguna fiesta que acabaría olvidando gracias al alcohol.

El taxi avanzó con tranquilidad, hasta la avenida de los alamos, allí, el ritmo se hizo mas lento, y paulatinamente acabamos atrapados en un sin fin de coches que avanzaban con pequeños pasos y se detenían durante interminables segundos.
"Lo que me faltaba, ahora si que no llego"
Le pregunte al taxista que pasaba, y el muy "amablemente" con es rol de llevar todo a lo intranscendente, me contesto que nada, que había volcado un camión a dos quilometros de aquí.
No había otro camino, eso también me lo dejo muy claro el taxista, así que decidí recorrer el último trayecto del camino a pie. Quedaban tres quilometros y quince minutos para la cita, si quería llegar tenía que correr.

La adrenalina me ayudaba, parecía quere batir el record del mundo, y en verdad así era, la situación era de vida o muerte, si no llegaba mi trabajo estaba perdido.
Avance a pasos agigantados mientras la gente de mi alrededor me observaba indiferente, buscando una simple explicación para aquel colgado de traje y corbata que avanzaba violentamente por la calle.
Mire nuevamente el reloj, la una menos cinco. "no llego". Levante la cabeza y derrepente, un ronco y contundente sonido replicó en mis oidos, todo se oscurecio en mi cabeza.

Un mes despues me levante en un hospital.
"Que ha pasado". Una voz se resonó en mis oidos como un recuerdo lejano y hermoso.
"¡Marta!, no puede ser ella"
La voz de aquella vieja amiga cantó nuevamente como si de una melodía antigua se tratase
- Hemos tenido un pequeño accidente, tu corrias y yo...bueno, ahora descansa, me alegra verte despierto.
- Pero...
- Shhh, no te esfuerces por favor, siento que haya sido así nuestro reencuentro, pero te he hechado de menos.
-Yo tambien, pero...
- No es el momento, ahora descansa, tranquilo nunca más me movere de tu lado.

El trabajo lo perdí, y aquella vida de monotonia e indiferencia, y lo que paso a continuación es otra historia, solo puedo decir que ha encantado vivir aquel Martes, sin el no hubiesen venido otros difrentes.


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