Pequeñas cosas de un mundo grande.
-¿Dónde están mama y papa?
- Tranquila, llegarán pronto. ¿Tienes frio?
-Si, un poco.
Marcus se saca su chaqueta de cuero y delicadamente arropa a su hermanita.
- Tengo hambre.
- Creo que aún queda un poco de pan.
El joven abre su mochila y rebusca lentamente, intentando gastar la menor energía posible.Entre la ropa y los diverson objetos, encuentra un pedazo de pan, algo duro.
- No es mucho, pero mientras nos servirá. - en un instante parte el pan en dos mitades practicamente iguales y cariñosamente ofrece una a la pequeña.
- Ya no hai fuegos artificiales.
- No peque, no, ya no hay.
- Entonces, ¿ya acabó la fiesta?, ¿Ya vienen mama y papa?
- Descansa, es tarde, yo te aviso cuando llegen.
- No tengo sueño.
Marcus se acerca a ella y la mira con una tristeza inimaginable,cargando sobre ella la verdad de su interior, pero sus labios no pueden transmitirla; solamente palabras de consuelo vuelan en el aire de la fría cueva en la que se encuentran.
- Venga enana, tienes que dormir un poco, de verdad que te aviso cuando lleguen.
- No quiero.
-Venga...
-¡Qué no quiero!
- Solo un poquito.
-¡Qué no quiero, que no quiero, que no quiero!
- ¿Quieres que me enfade?
- ¡Dejame en paz!
- Lis...
- ¡Idiota, Estupido!
- ¡Callate, callate de una vez!
Un silencio sepulcral se adueña por segundos de la situacion, hasta que Lis, como en una inesperadad tormenta, rompe a llorar con fuerza.
Marcus se acerca a ella y la acaricia dulcemente, le sonrrie y la mira con cariño, sus ojos no paran de brillar y el llanto de la pequeña, poco a poco se va convirtiendo en un leve sollozo.
- ¿Estás mejor? - La pequeña asiente co la cabeza.
- Tengo sed.
Marcus nuevamente abre la mochila y saca una botella plastica.
- Está medio vacia Lis, bebe poquita, ¿Vale?
- Aún queda - Coje la botella y en un prolongado trago sacia parte de su sed - Te he dejado, no me he bebido toda.
- La guardaré para luego, ahora no tengo sed - La botella cambia nuevamente de mano y vuelve a su lugar de origen, el interior de la mochila.
En segundos regresan los estallidos del exterior.
- Jo, yo pense que había acabado la fiesta.
- ¿Quieres que acabe pronto?
-Si,si, asi mama y papa llegarán antes.
- Entonces, cierra los ojos y cuando te despiertes la fiesta ya habrá acabado.
- Pero...¿y si vienen antes de que me despierte?
- Te aviso, no te preocupes, ya te he dicho que te aviso.
- Vale, entonces si, cerrare los ojos.
Lis se acomoda como mejor puede, el suelo de piedra no es el más adecuado, pero está cansada y no tarda en quedarse profundamente dormida.
Marcus la mira, le acaricia el pelo y le regala un dulce beso en la frente, cargado de un cariño que nunca había imaginado tener por su hermana.
Cuantas veces se habían peleado, tirandose de los pelos, gritandose e diciendose el uno al otro que ya no se querían, o que nunca volverían a hablarse. Ahora se daba cuenta de lo que tenía, de lo mucho que la quería.
Avanzo unos pasos, hasta salir de la cueva y contemplo con tristeza la desolación de un paisaje que horas antes se llenaba de colores y aire puro, no muy lejos, en la ciudad, la guerra marcaba su macabro grito al compas de las bombas que estallaban incesantemente, formando un bosque de inmensas setas humeantes.
Giró la cara y miró el cuerpo dormido de su hermana. Su cara angelical, algo marcada por una palidez reciente, mostraba una pureza inocente, ajena a todo lo que estaba pasando en el mundo.
Nuevamente, con un leve gesto, clavó sus cansados ojos en el bosque de humo y muerte. En un instante, una solitaria lágrima recorrió el frío trayecto de su mejilla, hasta precipitarse en la oscuridad del terreno rocoso.
Se sentó, desolado, buscando una explicación a todo lo que estaba sucediendo, ni siquiera lo había llegado a asimilar y lo estaba viviendo.
En pocos minutos el sueño comenzó a vencerle. Se levantó y se acercó a su hermana y acurrucandose a su lado, sin poder evitar despertarla levemente.
- ¿Ya han llegado?
- Todavía no.
Lis contenta con la respuesta debido al cansancio, abrazó a su hermano y este sonrrió, en poco minutos se quedaron dormidos, y entre sueños soñaron que nunca jamás consegurían separarlos.
- Tranquila, llegarán pronto. ¿Tienes frio?
-Si, un poco.
Marcus se saca su chaqueta de cuero y delicadamente arropa a su hermanita.
- Tengo hambre.
- Creo que aún queda un poco de pan.
El joven abre su mochila y rebusca lentamente, intentando gastar la menor energía posible.Entre la ropa y los diverson objetos, encuentra un pedazo de pan, algo duro.
- No es mucho, pero mientras nos servirá. - en un instante parte el pan en dos mitades practicamente iguales y cariñosamente ofrece una a la pequeña.
- Ya no hai fuegos artificiales.
- No peque, no, ya no hay.
- Entonces, ¿ya acabó la fiesta?, ¿Ya vienen mama y papa?
- Descansa, es tarde, yo te aviso cuando llegen.
- No tengo sueño.
Marcus se acerca a ella y la mira con una tristeza inimaginable,cargando sobre ella la verdad de su interior, pero sus labios no pueden transmitirla; solamente palabras de consuelo vuelan en el aire de la fría cueva en la que se encuentran.
- Venga enana, tienes que dormir un poco, de verdad que te aviso cuando lleguen.
- No quiero.
-Venga...
-¡Qué no quiero!
- Solo un poquito.
-¡Qué no quiero, que no quiero, que no quiero!
- ¿Quieres que me enfade?
- ¡Dejame en paz!
- Lis...
- ¡Idiota, Estupido!
- ¡Callate, callate de una vez!
Un silencio sepulcral se adueña por segundos de la situacion, hasta que Lis, como en una inesperadad tormenta, rompe a llorar con fuerza.
Marcus se acerca a ella y la acaricia dulcemente, le sonrrie y la mira con cariño, sus ojos no paran de brillar y el llanto de la pequeña, poco a poco se va convirtiendo en un leve sollozo.
- ¿Estás mejor? - La pequeña asiente co la cabeza.
- Tengo sed.
Marcus nuevamente abre la mochila y saca una botella plastica.
- Está medio vacia Lis, bebe poquita, ¿Vale?
- Aún queda - Coje la botella y en un prolongado trago sacia parte de su sed - Te he dejado, no me he bebido toda.
- La guardaré para luego, ahora no tengo sed - La botella cambia nuevamente de mano y vuelve a su lugar de origen, el interior de la mochila.
En segundos regresan los estallidos del exterior.
- Jo, yo pense que había acabado la fiesta.
- ¿Quieres que acabe pronto?
-Si,si, asi mama y papa llegarán antes.
- Entonces, cierra los ojos y cuando te despiertes la fiesta ya habrá acabado.
- Pero...¿y si vienen antes de que me despierte?
- Te aviso, no te preocupes, ya te he dicho que te aviso.
- Vale, entonces si, cerrare los ojos.
Lis se acomoda como mejor puede, el suelo de piedra no es el más adecuado, pero está cansada y no tarda en quedarse profundamente dormida.
Marcus la mira, le acaricia el pelo y le regala un dulce beso en la frente, cargado de un cariño que nunca había imaginado tener por su hermana.
Cuantas veces se habían peleado, tirandose de los pelos, gritandose e diciendose el uno al otro que ya no se querían, o que nunca volverían a hablarse. Ahora se daba cuenta de lo que tenía, de lo mucho que la quería.
Avanzo unos pasos, hasta salir de la cueva y contemplo con tristeza la desolación de un paisaje que horas antes se llenaba de colores y aire puro, no muy lejos, en la ciudad, la guerra marcaba su macabro grito al compas de las bombas que estallaban incesantemente, formando un bosque de inmensas setas humeantes.
Giró la cara y miró el cuerpo dormido de su hermana. Su cara angelical, algo marcada por una palidez reciente, mostraba una pureza inocente, ajena a todo lo que estaba pasando en el mundo.
Nuevamente, con un leve gesto, clavó sus cansados ojos en el bosque de humo y muerte. En un instante, una solitaria lágrima recorrió el frío trayecto de su mejilla, hasta precipitarse en la oscuridad del terreno rocoso.
Se sentó, desolado, buscando una explicación a todo lo que estaba sucediendo, ni siquiera lo había llegado a asimilar y lo estaba viviendo.
En pocos minutos el sueño comenzó a vencerle. Se levantó y se acercó a su hermana y acurrucandose a su lado, sin poder evitar despertarla levemente.
- ¿Ya han llegado?
- Todavía no.
Lis contenta con la respuesta debido al cansancio, abrazó a su hermano y este sonrrió, en poco minutos se quedaron dormidos, y entre sueños soñaron que nunca jamás consegurían separarlos.

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