El inolvidable segundo de una vida
Bajé a la calle como todos los días. Estaba lloviendo, no era extraño en aquella época del año, pero los inviernos pasados habían venido escasos de agua y ambundantes en frío. Sonrreí, agradeciendo aquellas gotas pesadas y frías, hacía tanto tiempo que no veía llover, que mi corazón palpitaba al ritmo de un compás loco, como si fuese aquella la primera vez que las gotas golpeban mi cara como estrellas caidas de un cielo oscuro, aunque hermoso en aquellos instantes.
Pasaron los minutos y aquel disfrute personal, aquella antigua sensación convertida en el mas novedosa, empezó a hacerse consciente en mi cabeza, poco a poco me fui acostumbrando, la lluvia no caía igual, pero para mi era siempre la misma.
Aburrido, bajé la mirada de aquel cielo y unos ojos se clavaron en mis ojos, pasaron cerca de mi, tan rápido que no pude contemplarlos en todo su explendor y a la vez tan lentamente que nunca los he olvidado. Eran los ojos verdes más hermosos que vi en mi vida, y ya soy viejo para poder decir esas cosas.
Giré rapidamente mi cabeza, tan rapidamente como pude regresar a la realidad.
Ya no estaban esos ojos, se había marchado aquella mirada que por un segundo se cruzo con la mía, contemplandonos sin ser conscientes de todo lo que nos preguntabamos el uno del otro.
Ahora cada día que llueve miro al cielo hasta no poder más, esperando que algun día vuelvan a mirarme aquellos ojos verdes con los que tanto he soñado desde entonces.
Pasaron los minutos y aquel disfrute personal, aquella antigua sensación convertida en el mas novedosa, empezó a hacerse consciente en mi cabeza, poco a poco me fui acostumbrando, la lluvia no caía igual, pero para mi era siempre la misma.
Aburrido, bajé la mirada de aquel cielo y unos ojos se clavaron en mis ojos, pasaron cerca de mi, tan rápido que no pude contemplarlos en todo su explendor y a la vez tan lentamente que nunca los he olvidado. Eran los ojos verdes más hermosos que vi en mi vida, y ya soy viejo para poder decir esas cosas.
Giré rapidamente mi cabeza, tan rapidamente como pude regresar a la realidad.
Ya no estaban esos ojos, se había marchado aquella mirada que por un segundo se cruzo con la mía, contemplandonos sin ser conscientes de todo lo que nos preguntabamos el uno del otro.
Ahora cada día que llueve miro al cielo hasta no poder más, esperando que algun día vuelvan a mirarme aquellos ojos verdes con los que tanto he soñado desde entonces.

0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home