27 octubre, 2005

Momentos

Mohamed era un chico normal, ni mi gordo ni muy delgado, ni muy alto ni muy bajo, ni muy listo ni muy tonto...en fin un chico normal.
Vivía con sus padres en una casa normal, ni muy grande, ni muy pequeña...en fin...normal, claro está.
Su padres, simpre preocupados por el chico, le regañaban constantemente.
- ¡Eres un vago Mohamed!
- Mírate a tu edad Mohamed, tus amigos llevan años trabajando.
- No sirves para nada, buscate un trabajo o marchate de casa.
Mohamed, hay que reconocerlo, era algo vago, pero non deseaba no trabajar, al contrario, envidiaba a sus amigos y amigas por poder ir a sitios a los que el no podía, para poder ir a alguna fiesta, comprarse un simple capricho o probocar una sonrisa con un regalo inesperado. Pero sobre todo, lo que mas deseaba era tener trabajo para que sus padres lo volvieran a valorar como antaño, era lo que más deseaba en el mundo.
Se sentía forzado, presionado hasta las cejas, para ellos tenía que ser ya, y no comprendian que el sueño de Mohamed llevaba tiempo y es dificil de luchar. El quería ser Mago, un gran Mago, pero para ello debía estudiar mucho con los mejores maestros y luchar para ser de los elegidos, los Nuevos Magos que replazarían a sus maestros.
Un día, cansado, se topo con uno de sus mejores amigos, pero poco antes había discutido con sus padres y el amigo pago por ello, recibiendo un castigo inecesario e injusto.
Otros amigos y amigas empezaron a verlo con otros ojos, odiandolo cada vez más y más.
Y poco a poco Mohamed perdió lo que tenía y quería.
Un día Mohamed estaba llorando y se le acercó una anciana.
- No llores Mohamed, ¿qué es lo que te pasa?
- No lo se.
- Busca dentro de ti.
- Todo me agobia, no soy importante para nada.
- ¿No tienes amigos?
- Ya no quieren verme, solo me insultan.
- ¿No tienes a tus padres?
- Ellos me hacen pequeño.
- Y a ti..¿Te tienes a ti?
- Ya no tengo fuerzas para tenerme, ya no me queda nada.
- Levantante Mohamed, porque si que te quedan fuerzas.
- Ya no señora, ya no, ya nadie me comprende, no me quieren escuchar, solo estoy mal conmigo, todo me afecta, no soy así.
- Si lo eres, todo el mundo lo es, nadie se salva de sentirse pequeño, y nadie se salva de cometer errores por ello. Solo tienes que pedir perdón.
- ¿Y si no quieren comprender y perdonarme?
- Entonces ya no es problema tuyo. Lo unico que debes hacer es sentirte bien contigo mismo y volveras a sonrreir y sonrreiran los demás contigo y ya nunca mas forzarás por sentirte forzado, eso por lo menos lo habrás aprendido.
- Si, lo he aprendido, pero siguo siendo pequeño, mis padres...mis...
- No te precupes pronto llegará.
- Pero...
- Mohamed...
- Si, si, esperare pacientemente, eso debo hacer, aunque me pueda todo lo que tengo encima, esperaré...gracias señora.
- A ti, Mohamed, a ti.
- ¿Volveré a verla algun día?
- Algun día, si, pero dentro de mucho, mucho tiempo, y en un lugar muy distinto a este.
La anciana le regala una sonrrisa y le besa la frente, por un momento a Mohamed le parece una chica joven y guapa que irradia una luz calida y acogedora.
- Adiós, hijo mio, hasta nuestro recuentro.
- Gracias y adiós.
Mohamed empezo a sonrreir de nuevo, la conversación con la anciana le había animado y decido pensar en sus errores y solucionarlos. Algunos los consiguio arreglar, otros no, pero espero pacientemente y un día llegó su primer trabajo y nuevos amigos llegaron a su encuentro, y otros que se habían marchado por un tiempo.
Mohamed nunca más se desespero ni se sintio tan mal y tan distante con el mundo que le rodeaba. Años despues llegó a ser un gran Mago, no sin mucho luchar, pero sus sueños al fin se vieron recompensados.

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